
Las dos películas de Ant-Man se construyeron alrededor de la personalidad ligera y poco complicada del personaje de Scott Lang, interpretado por el carismático y siempre agradable Paul Rudd. Es uno de esos roles difíciles de imaginar en manos de algún otro actor, ya que hay mucho de Rudd y su estilo de humor en la construcción de Lang. En las anteriores películas, así como en las otras entregas en las que también estuvo presente, esto no suponía ningún problema debido a que su intervención no era compleja o porque otros personajes ocupaban ese espacio más exigente. Sin embargo, la tercera parte de la trilogía de Ant-Man es la encargada de darle fuerza inicial a toda la siguiente fase y, al final, apenas logra sobrevivir al peso que toda la fábrica automatizada de Marvel impone sobre el filme.
Ant-Man and the Wasp: Quantumania es un prólogo que intenta desesperadamente hacer relevante lo que es irrelevante. Por un lado, está la relación entre Scott y su hija Cassie, interpretada ahora por la actriz Kathryn Newton. El lazo familiar entre ambos es el catalizador de la trama, aunque la perspectiva con la que abordan el conflicto es demasiado blanda, y muchos elementos necesarios para lograr el impacto emocional que buscan están ausentes. Cassie es una adolescente que ha seguido el camino del activismo político y social, y está decepcionada de que su padre, que podría usar su estatus de superhéroe para seguir generando cambios, se conforme con contar historias pasadas y firmar autógrafos. Toda la dinámica que comparten en la película se resume a ese intercambio emocional fracturado.

El problema es que el guion, firmado por Jeff Loveness, apenas profundiza en esa relación, y cada vez que la película se toma un descanso para enfocarse en sus personajes, estos no hacen más que dar vueltas sobre los mismos temas. Lo mismo ocurre con Hope (Evangeline Lilly) y su madre, Janet (Michelle Pfeiffer), quien va revelando a lo largo de varios tediosos enfrentamientos familiares lo que realmente ocurrió cuando estuvo atrapada en el Reino Cuántico. Loveness tiene créditos como guionista en la serie Rick and Morty, y su firma se puede apreciar más en cómo los protagonistas interactúan con todo lo relacionado al Reino Cuántico, al cual son absorbidos accidentalmente luego de una de esas típicas escenas de demostración científica que no ocurre cómo se anticipaba.
Loveness también comete errores demasiado básicos que no hacen más que ralentizar el desarrollo, como el cameo intrascendente del personaje interpretado por Bill Murray o el humor banal que mella cualquier atisbo de sobriedad. Es probable que algunos de estos elementos hayan sido fruto de la improvisación (esperado teniendo en cuenta el tono y los actores involucrados), pero es difícil subrayarlos cuando toda la base narrativa es frágil.
El que se salva es Jonathan Majors, quien interpreta a Kang El Conquistador. Esta es la primera gran aparición del supervillano, después de su presentación en la serie Loki, y su trasfondo se explora de forma leve, revelando detalles interesantes de su naturaleza. Aunque no tiene la presencia monumental de Thanos, tiene potencial, y gran parte de ello se debe a Majors, quien lo personifica con determinación y convicción. Si esta versión de Kang es la que se enfrentará a los «nuevos Vengadores» por el futuro de la humanidad, hay una buena promesa de una lucha que pueda tener el mismo impacto que la gran batalla contra Thanos.

Pero para eso todavía faltan muchos pasos, y este primer escalón no es el mejor producto de Marvel. El director Peyton Reed se encierra en su estilo habitual, que no armoniza en absoluto con lo que están buscando lograr en esta nueva fase de películas. No hay consciencia porque al final, los personajes no aprenden nada, funcionando así solo como un conducto para eventos posteriores y perdiendo su valor como una historia autoconclusiva. Además, Reed parece limitarse a posicionar la cámara en lugares comunes, sin momentos de intimidad verosímil o riesgos emocionales reales. La coreografía de la acción es genérica y la fotografía no contribuye a que la película sea mínimamente espectacular. Además, no hay nada particularmente sobresaliente en cuanto a escenarios o personajes «alienígenas», lo que es doblemente penoso porque los artistas de efectos especiales conforman la gran mayoría de los créditos finales.
Ant-Man and The Wasp: Quantumania es divertida, pero solo si bajamos el estándar al cual ya nos había acostumbrado Marvel bajo la dirección de los Hermanos Russo. También palidece enormemente en comparación con la trágica y compleja Black Panther: Wakanda Forever, y queda muy por debajo de Spider-Man: No Way Home o Doctor Strange In The Multiverse of Madness en cuanto a secuencias espectaculares. Es una aventura de ciencia ficción decente, pero sufre porque la ambición de su historia no se llega a traducir en una película memorable.
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